Valores que enseña el ajedrez: aprendizajes para toda la vida

Alejandro Troche, o simplemente “Ale”, como le llaman todos, es alumno de 3.º grado del Colegio. Es un chico sumamente despierto que, con tan solo 5 años (hoy tiene 9), descubrió el ajedrez de una forma casi casual. Mientras paseaba por los pasillos del Club Centenario, al que asiste junto a su familia, se topó con una clase de ajedrez. La curiosidad le ganó y decidió probar.

“En una clase aprendí todos los movimientos, y ahí me empezó a gustar. Tanto, que en una semana ya estaba compitiendo”, cuenta Ale, quien siempre ha estado acompañado por su padre, Carlos, un apoyo constante en cada torneo.

Desde sus inicios se formó en el club con el reconocido profesor César Santacruz, gran formador de jóvenes talentos. Actualmente continúa entrenando con él, pero de forma virtual a través de la plataforma Lichess. “Nos conectamos con el profe, organizamos las prácticas, todo queda grabado y después repasamos jugadas”, comenta entusiasmado. Una de las lecciones más valiosas que ha aprendido gracias al ajedrez, dice Ale, es nunca rendirse.

Carlos recuerda perfectamente los inicios de su hijo. “Nos dimos cuenta de que tenía un talento especial. En un día aprendió todos los movimientos y ya estaba jugando, le fue gustando cada vez más y empezó a competir”.

Relata que le llamó la atención cómo Ale comprendía rápidamente las estrategias del juego, hasta el punto de volverse cada vez más competitivo. “Era simpático… a los 5 años sabía que todavía no podía ganarme, pero usaba la estrategia de las jugadas ilegales —en tono de broma, claro—, para confundirte… ¡y terminaba ganando!”, dice entre risas.

Carlos también destaca las charlas que suelen tener con Ale. “Hablamos mucho con él. Como los torneos son largos, siempre le decimos que lo importante es divertirse, hacer amigos, aprender y, sobre todo, respetar a los jueces. A veces pueden equivocarse, como cualquier persona”.

Una enseñanza clave que Carlos valora profundamente es cómo su hijo ha aprendido a gestionar la frustración. “Ha comprendido que, si pierde una partida, puede levantarse y seguir. Es impresionante cómo lucha hasta el final”, nos dice. “A veces pido tablas”, agrega Ale con humor.

Ale, que sueña con llegar a ser campeón mundial como Magnus Carlsen (noruego, campeón mundial en el año 2013), tiene muy claro su objetivo. Aunque también le gustan los videojuegos, ha decidido seguir apostando por el ajedrez. “Mi papá siempre está conmigo desde que empecé”, afirma con convicción.

Carlos concluye con emoción: “Es un chico excepcional, con muchas capacidades. Pero no lo presionaremos. Si el día de mañana quiere llevar una vida normal y usar su inteligencia en otro ámbito, será su decisión. Lo que buscamos es enseñarle valores y principios, porque eso es lo que aplicará cada día de su vida”.

Alejandro cierra con esta reflexión, refrendada por su papá. “Si vos queres ser realmente un campeón, no tenes que dar chances al azar, y todo lo que vale la pena, cuesta trabajo duro, disciplina y perseverancia”, concluye la joven promesa del ajedrez.